Él sigue llamando

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La fe es ante todo este encuentro personal con Jesús, fundamento de la comunidad cristiana, de la Iglesia. Esto es lo que une, lo común. Sin encuentro, no hay fe, no hay Iglesia.

Y la Iglesia no se queda ahí, sabe que está llamada a la misión, y el evangelio dice bien claro cuál es esa misión: ser pescadores de hombres, ser fermento de amor y de unidad en la comunidad, ser promotores de los valores del reino en el mundo, ser servidores de los hombres. Pero sabemos también que la historia de esta comunidad cristiana está llena de infidelidades a esta conversión, a este encuentro transformador y a esta misión encomendada por Él.  Jesús sigue llamando hoy, invita, propone. Lo hace cada día, en momentos extraordinarios y en los momentos más cotidianos de la vida. Nos llamó un día a la fe, y nos sigue llamando a mantener encendida esa llama de la fe. No nos deja que nos durmamos, que hagamos de nuestra fe un simple cumplimiento evasivo de ritos. Nos quiere despiertos, atentos, dispuestos al SÍ de cada día. Nos llama no porque seamos buenos ni santos, sino porque nos ama y cuenta con nosotros. Nos llama a pesar de nuestras caídas, de nuestras debilidades, de nuestras faltas. Sigue confiando en que nos dejemos transformar y guiar por él.

Tiene la osadía humilde de acercarse y pedirnos lo mejor que podamos darle, a pesar de que seguimos guardando tantas cosas que nos resistimos a entregarle, a pesar de que sabemos que todo lo que le demos él lo cambiará por la auténtica felicidad, la felicidad de darnos a los demás. Dejémosle al Señor que nos cambie y nos convierta a su Proyecto de amor, de justicia, de paz, de perdón, de solidaridad. No tengamos miedo, dejemos que la llamada del Señor resuene hoy en nuestros corazones. Digámosle que lo seguimos amando y que queremos seguir intentando pasar por el mundo como pasó Él: haciendo el bien, transmitiendo vida, contagiando salud, sembrando esperanza, aliviando sufrimientos, repartiendo el pan de la Palabra y el pan material, compartiendo con los más humildes, acogiendo a los más necesitados. Animémonos en este día a decir a Jesús: “Aquí me tienes, Señor, vuélveme a llamar. Ya me conoces, ya sabes de mis debilidades, pero también sabes que te quiero y que quiero seguirte. Confío en ti, ayuda mi poca fe y cuenta conmigo”.

 

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